¿Alguna vez han llorado en un taxi de regreso a casa? ¿Con los audífonos puestos escuchando música deprimente y texteando a su mejor amiga? Eso me pasó hace unos días, pero debo decir que esta no es una historia triste aunque haya tenido algunas lágrimas de por medio...
Es de conocimiento público que el año pasado terminé una relación larga, entonces después de mucho tiempo de negar, aceptar y superar, decidí empezar a salir con alguien. Esta historia tiene dos partes: una que comenzó en fecha supersticiosa, 11/11 y la otra en plena noche de verano hace 2 meses, 10 días y supongo que 8 horas con 10 minutos...
No quiero tener una relación. De arranque eso fue lo primero que se dijo, siempre hay que poner las reglas del juego desde el inicio para saber en qué te estás metiendo y, como yo tampoco quería formalizar ni nada, entonces parecía el plan perfecto. Era todo lo que yo extrañaba: iba a mi casa, me tomaba de la mano, me abrazaba en la calle, se tomaba fotos conmigo, las posteaba, le hablaba de mí a sus amigos y no había día en que no me escribiera. ¿No era eso una relación? Me esperaba en la puerta de la oficina con su saco, corbata y lentes oscuros recostado sobre la baranda con las manos dentro de los bolsillos y las piernas cruzadas. Era todo un Marck Darcy. Y yo disfrutaba cada segundo de maquillarme y arreglarme para bajar y encontrarlo ahí en esas escaleras, acercarme, dejar que me mire, verlo sonreír, que me abrace y me bese. Uffff... ¡era el plan perfecto! ¿A quién no le gusta sentirse así?
Pero, ¿saben qué fue lo particular de esto? Nunca me enamoré. Obviamente había cariño, nos preocupábamos por el otro, nos cuidábamos, estábamos pendientes de nuestras familias, nuestros avances laborales, nuestras metas, planes personales, planes juntos... Pero no me enamoré. Y cuando las cosas se pusieron tensas y terminamos yo no entendía por qué lloraba tanto, total, ¡no estaba enamorada! Y ahí me di cuenta que lo que realmente me dolía era quedarme sola. Y así fue como Mr. Darcy desapareció del mapa y yo volví al ruedo de las citas.
Entonces llegamos a esa noche de verano, hace 2 meses, 10 días y supongo que 8 horas con 30 minutos... Cuando el patita que choteaste antes te vuelve a escribir y te invita a salir y tú dices BUEEEE. Un chico completamente diferente a Mr. Darcy; más relajado, con shorts, polo y sandalias. Con una chela en la mano y siempre con una opinión lista para soltar. Escritor, político, intenso y hasta a veces súper antipático sacándome de mis casillas y llevándome a puntos extremos. Yo, honestamente, no entendía qué hacía camino a su casa.
Llegué, subimos al techo de su hogar donde tiene una terraza, me prendí un pucho y me senté a ver el cielo, el cerro y las casas a lo lejos. Una chela, dos chelas, tres chelas. Dos puchos, tres puchos, cuatro puchos... y de pronto algo gracioso, algo más gracioso, muchas risas, muchas carcajadas. Es increíble cuando tienes alguien con quien conversar de cosas profundas, alguien que te reta a debatir, a explicar tus pensamientos, a escuchar los de otros, compartir ideas sobre música, videos, libros... yo sentía que estaba en otro nivel de complicidad. Yo estaba riéndome de nuevo y la estaba pasando genial.
A la tercera salida llegó el mismo enunciado: No quiero tener una relación. Ok, yo sigo en el mismo punto donde tampoco quiero una, solo quiero salir y divertirme. Todo claro entonces. Pero ahí llega ese maldito momento donde uno de los dos empieza a creer que lo que hay es mucho más de lo que se propuso y piensas: De repente está cambiando por mí. Tal vez cuando empezamos no quería, pero ahora sí. Me dijo que me extraña, creo que yo también. ¡Y cómo no hacerlo! Cuando se dejaba agarrar la mano, cuando se acurrucaba conmigo, cuando me miraba fijamente, cuando me decía princesa o me daba una nalgada cuando me veía pasar (no se hagan los santos, bien que les encanta que les hagan eso, par favar).
Uno no dice de quién se va a enamorar y siendo sinceros, yo no pensé que después de mi relación larga podía comenzar algo así, o empezar a sentir algo. ¡Algo, lo que sea por alguien! Te das cuenta que otra vez vuelves a sentir cuando de pronto te invade una alegría extrema cuando te escribe y al mismo tiempo te sientes súper triste cuando no se pueden ver. Esos momentos cuando estábamos solos y nos sentíamos libres porque nadie nos veía y no podía quitarle las manos de encima, quería tocarlo todo el tiempo. Darte cuenta de que puedes sentir de nuevo ASUSTA.
¿Por qué entonces me fui a mi casa llorando en un taxi? Porque la última vez que fui a su techo a escuchar música, ver videos y tomar una chela, hice la pregunta que tanto miedo tenía: ¿sientes lo mismo que yo? ¿Esto es mutuo o soy una estúpida por creer algo que no había? Y bueno, creo que ya saben cuál fue la respuesta.
Hubo lágrimas, sí, pena, sí, me sentía una estúpida, sí... ¿Pero saben qué? Ahora sé que puedo comenzar de nuevo, sé que ya no tengo miedo de conocer nuevas personas, de salir, de arriesgarme. Sé que no estoy muerta por dentro jajajaja que no me dejaron cagada -bueno, un poco- ¡pero me puedo enamorar otra vez! ¿Esa no es, al final, la lección más valiosa?
Y por otro lado aprendí también cuándo es momento de dar un paso al costado. En ambas historias, cuando algo no es, NO ES. ¡ENTIÉNDELO POR LA PTM! No nos quedemos ahí solo porque nos sentimos solos, solo porque tenemos un poco de atención, un poco de cariño. No digamos "esto es mejor a nada". Y eso viene con aprender a quererse y valorarse. Yo nunca me valoré, siempre puse a los demás primero, siempre acepté cualquier condición con tal de no perder y al final terminaba perdiendo lo más importante: A MÍ. Y con esta nueva etapa eso se acabó y me siento orgullosa de mí.
Así que, más allá de la choteada y las horas que me he sentido bajoneada comiendo azúcares, solo me queda decirle gracias por estos 2 meses, 10 días y supongo que 8 horas con 45 minutos... por abrirse conmigo, por haberme acompañado, por hacerme dar cuenta que yo valgo más, por lograr que por primera vez yo me de mi lugar, por hacerme entender cuándo es momento de irse. Pero sobre todo, por haberme hecho reír de nuevo -muchísimo- y hacerme sentir amor.
Este post es para ti, escritor loco.