Una de las cosas más importantes que he aprendido durante este aislamiento social ha sido el ahorro. Soy bien conocida por mi desmedido consumo de comida chatarra, entonces, claro, estos 2 meses sin delivery le han hecho muy bien a mi billetera.
Al principio fue difícil. Yo vivo sola alquilando un cuarto. Tengo las cosas básicas de la vida para sobrevivir pero no tengo una cocina, entonces desde el inicio fue súper complicado poder comer comida "normal". De lunes a viernes yo almorzaba en menú, en las noches comía cualquier cojudecita o salía a cenar. Fines de semana pues delivery obviaaaaaa, entonces ahora me encontraba en casa, sin poder salir, sin poder comprar lo que quería, con mi lata de atún y mi bolsa de fideos lista para hacerse en microondas. Fue difícil.
¡Pero el humano se amolda! Hasta panqueques he aprendido a hacer en un mini grill que canjeé con millas. Las recetas para cocinar en microondas son mis nuevas amigas. Mi refri cambió totalmente, ahora hasta fruta hay dentro. Bajé de peso, me desintoxiqué de tanta chatarra, empecé a tomar mis vitaminas de nuevo, todo bien, todo perfecto.
Ah, pero esa gracia divina duró unas semanas... después de tener que lavar 37 veces el mini grill al día para poder preparar otra cosa (¡que viene en el mismo plato!) ya estaba cansada y aburrida. Mis almuerzos empezaron a ser papitas con helado hasta que... ¡Comenzaron los deliveries de nuevo! Lógicamente me pedí una pizza, pollo a la brasa, pollo broaster, hamburguesa... Todo. Pero ahí vi mi billetera y dije OE KHÁ, NO. No puedo volver a gastar así, tengo que ser más consciente y cocinar en casa.
Entonces a la mañana siguiente me alisté para cocinarme y me di con la sorpresa de que se me había vencido muchas cosas. Abrí la refri y me golpeó el olor a pollo muerto. ¡Fuck el pollo que compré! A la mierda la media pechuga que había sacado del freezer para hacer sanguchitos. Un paquete de chorizo parrillero, vencido. El pan, vencido. Lata de choclitos dulces, vencida. Puta madre, Fátima... ¿Por qué eres así?
Claro pues, la floja de mierda, primero habla del ahorro, de no desperdiciar, de la billetera gordita pero deja tirada la comida... ¡por floja! Estaba asada... Asada y hambrienta, qué horrible combinación. Terminé comiendo fideos con ají y tomando manzanilla (en mi copa rosada de gin porque la taza no la lavé, por floja de mierda).
Y aquí viene un twist interesante en esta historia... Subí este mismo relato a mis historias de Instagram, cerrando el episodio contando que al día siguiente iría a comprar y que sería mucho más responsable, junto al botón de pregunta: ¿Qué no me puede faltar en mi shopping responsable? Cualquiera pensaría que las respuestas serían tipo mantequilla, atún, arroz, fruta, pan... en fin. Pero hubo una respuesta que simplemente me cagó y me sacó totalmente de cuadro: compra CAL ZO NES. ¿A quién mierdaaaaaa se le ocurriría comprar calzones como insumo principal de consumo ante una pandemia?
Mi sobrina, Alejandra "Pelu" Yataco, a puertas de los 23 años, es mi gran compinche. Me celebra todas las cojudeces, comparte mis historias, participa en todo lo que hago y es mi gran fan. Es una chica cool, cague de risa, muy noble e inteligente... un poco leeeeeeenta a veces... pero más que lentitud, tiene una habilidad para crear lógicas irrazonables.
Nota mental: lógica irrazonable = compra calzones en pandemia
¡Hasta lo del papel higiénico lo podría entender! ¿Pero calzones? Luego me puso compra chompitas... Yo seguía anonadada mirando la pantalla y tratando de entender. Luego volvió a escribir -emocionadísima- tía compra joggers para que estés cómoda. Entonces hice la pregunta... QUÉ CHUCHA HABLAS. Y me puso bueno no sé, es esencial en la vida, ¿no?
Hoy me levanté temprano y como nunca se me antojó un cafecillo con mi pucho. Me puse a pensar en esa huevada y a reírme. Me dio mucha nostalgia porque creo que lo primero que hubiera ocurrido es que, al llegar el domingo familiar, al momento de estar listos para almorzar un chifaza, yo habría contado esta historia a mi familia.
Mi papá, a la cabeza de la mesa, se hubiera atorado de risa pero también hubiera sido el primero en defender lo indefendible. ¡Nadie puede vivir sin calzones. Mi Pelu dio una brillante respuesta! Mi hermano Christian hubiera gritado ¡Andá! Y luego hubiera recordado alguna otra historia para seguir con el bullying. Dinka, mi cuñada blanquita, estaría llorando de risa pero tapándose la boca, como el emoji del monito. Mi mamá riéndose con toda libertad pero luego diciendo ya no la fastidien. Martín, su papá, le habría dicho ay, mija mejor almuerza nomás. Y todos, nos hubiéramos cagado más de la risa.
Cosas simples de la vida como un almuerzo familiar y bullying a la sobrina. ¿Cuánto se extraña, no? Hablo con mi familia todos los días, chismorreamos, nos mandamos memes, videollamamos y tratamos de siempre estar en contacto. Pero nada se puede comparar a estas grandes historias en el verdadero LIVE.
Y lo que más rescato de todo es que, quien se sopló todas mis historias de Instagram, una tras otra, se rió conmigo, fue parte de y se tomó la molestia de responder a mi pregunta recomendándome lo que -para ella- era esencial, fue mi gran fan. Mi sobrina Pelu.
Recuerden, a veces el resultado final no importa, sino todo el cariño que hay detrás. ¡Feliz cumpleaños, hija hermosa! Esta historia es para ti. A penas podamos salir, te llevo a comprar calzones.