Acabo
de decirle adiós después de 8 años de compañía, complicidad, aventuras y
escapes. Lo miré irse por la calle sin mirar atrás, con solo una palmadita de
despedida y un “que te vaya bien". Sinceramente,
esperando que alguien más pueda cuidarlo mejor y pueda hacerlo correr como se
lo merece. Hernán se fue y la próxima vez que lo vea será para firmar su
partida definitiva. Hoy, se llevaron mi carro a vender.
Lo
compré cuando regresé de mi último viaje de trabajo a Virginia, no tenía idea
de qué tipo de carro quería, sólo que quería uno y que sea bonito. Reconozco que
no sé absolutamente nada de carros y mi hermano mayor tuvo que explicarme todo.
Mi mecánico es la persona con más trabajo en el mundo porque siempre algo me
pasa y él debe ir a mi rescate. No sé cambiar una llanta, ver el aceite o
medirle el aire. Yo le pongo gasolina, le echo refrigerante y ocasionalmente lo
mando a lavar.
Esa mañana
mi hermano Martín me dijo que había encontrado algo interesante por Chorrillos
y que vayamos a verlo. Primero me entrenó diciéndome que no me vaya a emocionar
de inicio, que no acepte nada, que sólo diga que lo vamos a conversar y luego
respondemos. Nos metimos el viaje inter provincial y ahí estaba, paradito en la
puerta, brillante. Yo no podía probarlo porque no tenía brevete, pero se sentía
tan suavecito cuando nos subimos a él y qué rico corría el condenado. Fue amor
a primera vista y una vez que nos despedimos y volteamos la esquina, mi hermano
y yo nos abrazamos de felicidad porque había encontrado mi primer carro y sobre
todo, porque lo estaba comprando con mi propio dinero. Era especial.
Le puse
Hernán una noche con mi amiga Stephie, porque lo vimos y dijimos ¿Cara de qué
tiene? Pues de Hernán, y así bauticé a mi compañero. ¡Qué no hemos pasado en
ese carro! Toda mi época de practicante de producción fue en ese carro, corriendo
de un lado a otro llevando a los chicos a sus clases de canto, a comprar
vestuario, dejarlos en sus casas, recorrer en hora punta la ruta surco – pueblo
libre en 25 minutos para que puedan llegar a tiempo a las grabaciones. Todas las
bajadas de llanta en la madrugada, los choques (que debo recalcar siempre fue
culpa del otro, nunca mía) el volumen alto con Guns ‘n’ Roses hacia Lunahuaná,
el aire acondicionado malogrado en verano camino a Huaral con mi hermano. La
ropa en la maletera. La llave rota.
Siempre
te recordaré Hernán. No creo que tenga carro en algún futuro cercano porque el
tráfico de Lima es demasiado para mi estrés. Pero sí espero que quien te adopte
te sepa cuidar, aprenda que la bocina está al costado izquierdo y que el capot
debe cerrarse presionando desde encima hacia abajo y no desde adelante hacia
atrás. Que si pasas los 100 km/h vas a empezar a toser y que no te gusta
escuchar bachata. Que te llega que dejen el techo abierto y que detestas el
ambientador con olor a fresa. Espero que tu nuevo dueño te ponga muy bonito. Cuídate
Hernán, buen viaje.