jueves, 26 de mayo de 2016

¿Qué te gusta de mí?

«Todo.» Ésa fue mi respuesta, una de las mentiras más grandes que he dicho en la mismísima cara de la persona. «¿Cómo puedes hacerme esa pregunta? Obviamente me gusta todo de ti. Me ofendes.» Y después de mi respuesta hipócrita, falsa, mentirosa y descarada nos pusimos a planear la boda.

«En la esclavitud -amor obsesivamente autodestructivo o sometimiento masoquista, o ambos-, las metas pueden ser las mismas, pero la profundidad y la insatisfacción de la necesidad condena al amante a una casi inevitable derrota.»

Aquí pues, retomando la lectura en este libro fabuloso que compré hace unos años, Sueños de Amor y Encuentros Decisivos de Ethel S. Person; llego a la conclusión de que a veces el amor nos vuelve unos pelotudos. Personas con un grado de necesidad nivel master-daster-baster con un único propósito: amor; sin darse cuenta que el resultado de esa búsqueda insaciable es el sufrimiento. Diferencia entre dolor y sufrimiento: el dolor es automático, orgánico y natural. Te golpeas y te duele. El sufrimiento es adquirido, es opcional. Tú eliges sufrir. 

Creo que teníamos 10 meses de estar comprometidos y a pesar de que mi papá se oponía totalmente al matrimonio yo estaba decidida a casarme. Me tenía que casar. ¡TENÍA QUÉ! Así que empecé a organizar todo; la iglesia, el vestido, las damas, la recepción, quiénes irán, dónde van a sentarse, qué orquesta tocará, dónde será la luna de miel y etc, etc, etc. ¿Cuánta ilusión trae un matrimonio no? Buscas en todas las revistas, ves Say Yes To The Dress temporadas 1 - 500 y empiezas la dieta máxima. Llamas a todos tus contactos para ver qué servicios pueden darte y si te dan la rebajita, sacas la cuenta de cuánto debes ahorrar mensualmente para poder costear una boda de ¿10? ¿20? ¿30? mil dólares porque la fiesta lo es todo y porque todos deben asistir. La luna de miel en Grecia, la recepción en hacienda, el vestido de diseñador, la familia del extranjero, los amigos artistas...

Para que entiendan un poco mi cerebro retorcido. Cuando tenía 6 años nos fuimos de vacaciones a Disney, el lugar de la magia, las princesas y la "belleza", el lugar donde los sueños se hacen realidad. Un día paseando por algún mall de Miami, mi mamá y yo nos topamos con una tienda llena de Barbies, de piso a techo, de extremo a extremo. Yo, la niña medio regordeta de cabello oscuro y un cerquillo espantoso, me quedé enamorada de la Barbie Novia; perfecta, impecable, de blanco, feliz. Lloré y acompañé mi llanto con una rabieta pero no me la compraron y a mi tan corta edad juré algún día tenerla o ser como ella. A mis 33 solo diré que más parezco Barney. ¡Pero bue!

Volviendo al tema central, después de una pelea -la décima o la enésima- él me hizo esa pregunta y más pudo el miedo a la soledad,el miedo a cancelarlo todo, a decir que ya no había boda, que ya no había nada a decir la verdad de la milanesa. No me gustaba ni mierda de él. No había algo de lo que pudiera sentirme orgullosa, de lo que pudiera alardear. Ni como persona, ni físicamente, mucho menos de manera intelectual. ¿Qué me gustaba de él? Pues nada.

Son situaciones como ésta que te hacen pensar qué es más importante. Todos en algún momento queremos aparentar algo; yo aparentaba felicidad pura con una rocaza en el dedo. ¿Y en qué acabó? En desastre, engaño, deudas y más deudas. 

¿Qué te gusta de mí? Una pregunta básica en toda relación. Mientras más larga la lista en la respuesta SINCERA mucho mejor ¿No creen? Ahora no vayas corriendo a preguntársela a tu pareja, no todos son expresivos, pero si cuando pasan las 11.30pm y no te escribe avisándote que ya llegó a su casa, o si le mandas una Bembos a su trabajo solo porque sabes que no almorzó o si haces la ruta Narnia - Magdalena solo por verlo 5 minutos... tal vez, ésta vez, sí te gusta todo de él. Y mucho.