Ayer, miércoles 19 de octubre, no fue un día normal. Desde temprano me sentí extraña, más sensible de lo habitual, llorosa totalmente, con ganas de quedarme en mi cama tapada y abrazando a mi perro. Ayer fue un día terrible.
Desde temprano las noticias nos indignaban con muertes absurdas e injustas, me la pasé revisando cada actualización, cada detalle, qué pasaba, qué novedades tenían. Tres personas murieron en un incendio, un incendio posiblemente ocasionado. Mi mañana empezaba de la peor forma, yo que ando moqueando por todo, no sé, lo sentía demasiado mío.
Entre cosas del trabajo se te distrae la mente así que pensé que mi día mejoraría un poco; riendo con todos en la oficina, comiendo uno que otro chocolatito -bueno está bien, tragando azúcar a montones- y enfocando mi concentración en cosas buenas. Hasta que Facebook me recordó mis memorias...
En el 2009 ingresé a trabajar a una agencia de medios como practicante. Los que me conocen saben que al inicio es muy difícil para mí adaptarme a nuevas personas, nuevos ambientes... en general a hacer amigos. Un buen día decidí invitarme a almorzar con dos chicas; con una tenía más trato porque estábamos en el mismo piso, con la otra casi nada. Igual aceptaron ir conmigo y nos fuimos al típico menú de la cuadra donde te peleas por una silla y siempre pides más maracuyá.
Ellas conversaban cosas que no entendía, yo seguía comiendo y de tanto en tanto trataba de seguir la conversación, pero era extraño. De pronto una -la que no conocía bien- comentó de la enfermedad de su mamá. ¿Qué tiene tu mami? pregunté con intriga y con ánimos de unirme al tema y de repente aportar con algún remedio casero porque obviamente pensé que seguro la señora tenía gripe, qué sé yo. -Tiene cáncer de mama.- Me quedé helada, no sabía exactamente cómo reaccionar. ¿Qué podía decir? Lo siento mucho, pucha qué feo, en qué etapa está, cómo así... No había nada que yo pudiera decir o hacer para que ella se sintiera menos mal. Imposible que se sintiera bien.
A las pocas semanas su mamá falleció. Ambas seguíamos sin ser cercanas aunque ya habíamos conversado un poco más, pero solo por temas de trabajo. Lo sorprendente fue lo que pasó cuando fui al velorio; ella me vio, sonrió, me abrazó fuerte y me dijo gracias por estar conmigo. Nos volvimos inseparables.
Almorzábamos siempre con toda la mancha, a veces bajaba a su piso y nos quedábamos conversando, éramos las pinky friends y era irónico porque ella criticaba mi obsesión por el rosado pero me imitaba cuando me ponía en plan niñita-fresa-rosa-princesa-escarcha. Chateábamos, nos llamábamos por teléfono y obviamente rajábamos de todo el mundo. Aprendí a conocer bien su trabajo, era una periodista reconocida no sólo por su desempeño, sino por su calidad de persona. La admiraba muchísimo.
Un día nos contó que ella también tenía cáncer, que lo esperaba por el tema de su madre pero que no pasaba nada. Con una frialdad y fuerza indescriptible nos explicó lo que tenía, qué iba a hacer, cuál era el plan, los pasos a seguir y que bueno, nada, le tengamos paciencia cuando vaya a trabajar de mal humor. ¿Trabajar? Yo nunca había tenido un acercamiento con esa enfermedad, todo el tiempo pensaba a mí nunca va a darme... Nunca me informé, nunca busqué más datos, pero lo que tenía claro era que la quimioterapia te tumba, tiene muchos efectos negativos en el cuerpo y te hacía bastante daño; entonces, cómo esta mujer pensaba venir a trabajar después de la quimio, era absurdo.
Su explicación era la siguiente: si estoy en mi casa me voy a aburrir y desesperar. Así que ahí la teníamos, entrando de madrugada para monitorear las noticias de diarios, dirigiendo a su equipo, cumpliendo con todo y con todos, de mal humor ¡Ja! pero ahí estaba ella. Todos cuidábamos lo que comía, si estaba abrigada, cómo se sentía, tratar de animarla, de acompañarla. Nunca perdió la sonrisa, en ningún momento.
Después de un tiempo me pidió un favor, quería que la acompañe a que se corte el cabello para que le hagan una peluca. Ella era una morena hermosa y como se imaginan tenía un montón de cabello, crespo y negro; precioso. Me dijo para ir con otras dos chicas de la oficina y luego salir a celebrar comiendo algo rico. Puta madre qué respondes a eso. Solo dije que sí y nos metimos todas a mi carro. Yo manejaba en silencio pero tratando de no revelar mi cara de confusión, creo que ha sido unas de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida. Entramos, ella se sentó y yo estaba con la cámara lista, ella quería que le tome fotos y yo cumplía con cada deseo. Yo pensé que le harían una trenza y cortarían y le dejarían el cabello corto, pero ella dijo "Desde arriba, todo, que me quede pelona". Y así fue.
Una señora que llegó la miraba atentamente. ¿No tienes ganas de llorar?, le dijo. Vieja de mierda pensábamos con mis amigas, cómo se le ocurre preguntar algo así. Pero ella solo sonreía y decía que no, que era solo cabello y que pronto le iba a crecer. Vi caer hasta el último mechoncito de rulo y luego empezamos a buscar una peluca provisional. Creo que con esta me parezco a Beyoncé. ¡Y nos quedamos con ésa! Luego terminamos la celebración comiendo tacos en Mi Carcochita, entre muchas risas y bailando Crazy in Love.
Pasamos juntas muchas quimios, almuerzos en el menú, en mi casa, en su casa. A veces discutíamos por el trabajo y luego entendía que ella se sentía mal pero lo ocultaba... otras veces era difícil ocultarlo, ella no estaba bien.
Ése día ella subió a mi piso, no recuerdo con exactitud qué me dijo pero no tenía buena cara, había bajado de peso, tenía su clásico pañuelo la cabeza con su peluca en una trencita; la noté triste pero tratando de sonreír para su pinky friend. Lo que necesitas es un abrazo. Ella me extendió los brazos, nos abrazamos súper, súper, súper fuerte, la apachurré lo más que pude, tratando de que en mí ella encontrara algo de consuelo, así sea el mínimo. Ésa fue la última vez que la vi.
No fue a trabajar al día siguiente, sabíamos que estaba en la clínica pero pensamos que era solo un malestar y que se recuperaría pronto. Luego en la noche me llamaron y me dieron la noticia. Salí en mi carro a comprar cigarros, no sabía qué hacer, quería gritar de desesperación, era simplemente imposible de creer.
Y así, pasaron los días en la oficina, le hicimos misas, fiestas, recuerdos, todo... tratando siempre de no olvidarnos de ella, de no perder el contacto. El cáncer se llevó a mi amiga en 1 año.
Así que ayer, miércoles 19 de octubre, en el día contra el cáncer de mama, Facebook me jugó un mal rato recordándome esta foto y es extraño porque la foto fue tomada en diciembre del 2009 ¿Por qué me apareció ayer? Para que no me olvide de ella, para que no me olvide que a cualquiera le puede pasar, para que no me olvide de autoexaminarme siempre, de quererme y de cuidarme. Gracias por todo, porque sé que todavía sigues conmigo, pinky friend.