La mayoría de mis aventuras son con mi papá, es más, por él nació el nombre de este blog; no suelo escribir mucho sobre mi mamá. Creo que hoy es una buena oportunidad para hacerlo. Les voy a contar de Juanita.
Cuando me preguntan cuál es el primer recuerdo que tengo de mi mamá siempre voy a responder: mis cumpleaños. Es por ella que yo amo tanto celebrar mi cumple, ese afán de querer hacer algo super bonito, de decorar, de la torta, los complementos, la planificación. ¡Ella es la causante!
La preparación empezaba meses antes; ella iba guardando los conos de papel higiénico y los vasitos de yogurt Milkito. Como es una destroyer tejiendo, se ponía a armar fundas para los conos, que luego se convertían en curiosos cocodrilos y los vasitos tomaban la forma de perritos, conejos, ratones y gatitos. Yo la ayudaba a pegarle los ojos y las lenguas. Una vez listos los llenaba de golosinas y esas eran las sorpresas para los invitados. También hacía mini carteritas y las colgaba todas en una canasta de mimbre a la salida de la casa, para que al irse, los invitados se lleven una.
Algunos años fueron más ajustados que otros pero yo siempre tenía un vestido nuevo ese día. ¡Mi mamá me lo hacía! Obviamente estaba lleno de bobos y encajes, pero yo resaltaba, me lucía, era la princesa del cumpleaños. Con mis medias rojas cubanitas y mis zapatos de charol con correita. Con mis dos colas y mi cerquillo horrendo. La felicidad total a los 5 años.
Pero el tema no terminaba ahí; toda la comida que se servía era preparada en casa. La gente ya no se acuerda cómo era antes, ahora simplemente contratas un catering que compra Sublimes, les quita la envoltura y les pone una nueva con el nombre del critter y su personaje favorito. ¡No señores! Antes toda la familia se juntaba para preparar TODO.
Se preparaba gelatina, mazamorra, arroz con leche, chicha morada -de verdad, no de sobre-, y a los adultos se les ofrecía comida: bien podía ser un escabeche, arrocito con pollo, ají de gallina o ravioles en salsa roja. Las únicas cosas que se compraban eran: Chizitos -que antes tenían tamaño decente-, arrocillo, marshmellows de colores, chupetes Picolines, canchita preparada en olla con aceite y galletitas Miami. ¡No había gaseosa! Todo lo preparabas o te ibas al Mercado Central a comprar todo a granel, al por mayor, sin miedo de pensar que podían venir con salmonela o con algún virusillo.
La torta también era preparada en casa y siempre de chocolate, ¡obvio! Lo típico era ponerle coco rallado encima, ése era un "upgrade", el toque de clase que diferenciaba tu torta de cualquier otra. Pero este cumpleaños fue distinto, entre mis hermanas mayores me prepararon una torta alucinante: era una casita hecha de dulces, ¡como la de Hanzel y Gretel CSM!
Mi mamá dirigía: tú la torta, tú la chicha, tú limpia aquí, tú pon los globos, tú decora... todo tenía que salir perfecto y así era, porque todo lo hacía mi mamá.
Mi mamá se aprendía las coreografías que pasaban en Yola para enseñármelas. Me llevaba a mis clases de natación, baskett y computación. Se la pasaba conmigo en los juegos, en la piscina del club, comíamos helado en La Vaca Jacinta y mientras ella regaba yo paseaba con mi bicicleta de esquina a esquina. Mi mamá siempre, siempre, estuvo ahí. Gracias, má.