Las personas siempre cuestionan mi obsesión por Disney... "¿No estás muy grande para estar pensando en magia y princesas?" Debo confesar que en un momento me detuve a pensar ese cuestionamiento detenidamente pero sobre todo a tratar de entender el por qué; por qué quiero creer que la magia sí existe. ¿Por qué necesito creer?
Recuerdo que una noche del 2015 le mandé un mensaje por WhatsApp a una amiga... "La magia no existe. Los cuentos de hadas no existen. El príncipe azul no existe". Y ella, muy honesta -y a la vez preocupada por mí- me respondió: no todo puede ser color rosa, Fati. Desde ese día, se podría decir, que mi fe, mis ganas de ver el lado positivo, mis ansias de creer que todo el mundo tiene un lado bueno, se esfumaron... y sí pues, no todo puede ser color rosa.
Pero de pronto, un buen día la magia empezó a manifestarse y debo confesar que demoré en entenderla. De pronto todo los días a las 8:30 a. m. empezaba a sonar mi celular con un "buenos días" lleno de encanto, sinceridad e ilusión. De pronto las tardes eran divertidas con un simple "ahora tú pregúntame algo". De pronto las noches ya no eran tan solitarias ni tan calladas... De pronto mis lunas tenían un motivo para brillar más de lo normal.
Y sí, desde el 2015 he creído y descreído cientos de veces y he vuelto a creer y he vuelto a odiarlo todo. Me he decepcionado del mundo, de mí misma y de tantas historias que en algún momento me sacaron de mi realidad y me llevaron a lugares donde todo era posible. Perdí la fe en mí y peor aún, perdí la fe en mi propia magia. Le eché la culpa a los demás, le eché la culpa a él y mil veces a mí.
Una noche, de esas desesperadas donde tú eres tu propio enemigo, donde batallas contigo misma y solo tienes las de perder, una de esas noches donde ya no quieres despertar, llegó ese brillito de polvos mágicos que tanto necesitaba... "Yo también. Yo también te amo".
Y entre peleas y peleas con mis amigas, entre muchos "ya basta" y demasiados "abre los ojos" yo decidí creer; a consciencia o a ciegas o a mi modo o a cualquier modo, pero creer... y lo más mágico que me ha pasado es que él, a su modo duro, frío y brutalmente honesto, me hizo darme cuenta que la magia sí existe, ¡en mí! No tenía nada que ver con él ni el mundo ni los cuentos ni nadie. Solo yo tenía ese poder para que las cosas pasen, en que si realmente lo deseo de corazón, todas esas trabas iban a desaparecer y yo, por mí misma, sería algo mágico.
Tal vez el hada madrina nunca llegue para convertirme en flaca o millonaria con solo agitar su varita en esas noches cuando lloro sin control. Tal vez los animalitos no entren por la ventana a hacerme un vestido nuevo cuando veo que nada me queda (mucha tela tendrían que usar los pobres bichitos, también). Y tal vez las campanas no sonarán a las 12 en la plaza central del reino... pero sí he aprendido (y valoro más que nunca) que tengo amigos que subirían cualquier torre con tal de ayudarme, que tengo familia que pelearía contra mil dragones por defenderme y que tengo un primer beso en la banca de un parque a las 3:00 a. m, el más increíble de todas mis historias. Pero sobre todo, me tengo a mí y mi fe.
Con el tiempo aprenderé a reconciliarme conmigo... pero mientras tanto quiero, DEBO creer que los cuentos de hadas sí existen... los "vivieron felices por siempre" sí existen... y que la magia sí existe... Que están dentro de mí.