miércoles, 15 de agosto de 2012

Adiós Hernán, que te vaya bien.


Acabo de decirle adiós después de 8 años de compañía, complicidad, aventuras y escapes. Lo miré irse por la calle sin mirar atrás, con solo una palmadita de despedida y un “que te vaya bien". Sinceramente, esperando que alguien más pueda cuidarlo mejor y pueda hacerlo correr como se lo merece. Hernán se fue y la próxima vez que lo vea será para firmar su partida definitiva. Hoy, se llevaron mi carro a vender.

Lo compré cuando regresé de mi último viaje de trabajo a Virginia, no tenía idea de qué tipo de carro quería, sólo que quería uno y que sea bonito. Reconozco que no sé absolutamente nada de carros y mi hermano mayor tuvo que explicarme todo. Mi mecánico es la persona con más trabajo en el mundo porque siempre algo me pasa y él debe ir a mi rescate. No sé cambiar una llanta, ver el aceite o medirle el aire. Yo le pongo gasolina, le echo refrigerante y ocasionalmente lo mando a lavar.

Esa mañana mi hermano Martín me dijo que había encontrado algo interesante por Chorrillos y que vayamos a verlo. Primero me entrenó diciéndome que no me vaya a emocionar de inicio, que no acepte nada, que sólo diga que lo vamos a conversar y luego respondemos. Nos metimos el viaje inter provincial y ahí estaba, paradito en la puerta, brillante. Yo no podía probarlo porque no tenía brevete, pero se sentía tan suavecito cuando nos subimos a él y qué rico corría el condenado. Fue amor a primera vista y una vez que nos despedimos y volteamos la esquina, mi hermano y yo nos abrazamos de felicidad porque había encontrado mi primer carro y sobre todo, porque lo estaba comprando con mi propio dinero. Era especial.

Le puse Hernán una noche con mi amiga Stephie, porque lo vimos y dijimos ¿Cara de qué tiene? Pues de Hernán, y así bauticé a mi compañero. ¡Qué no hemos pasado en ese carro! Toda mi época de practicante de producción fue en ese carro, corriendo de un lado a otro llevando a los chicos a sus clases de canto, a comprar vestuario, dejarlos en sus casas, recorrer en hora punta la ruta surco – pueblo libre en 25 minutos para que puedan llegar a tiempo a las grabaciones. Todas las bajadas de llanta en la madrugada, los choques (que debo recalcar siempre fue culpa del otro, nunca mía) el volumen alto con Guns ‘n’ Roses hacia Lunahuaná, el aire acondicionado malogrado en verano camino a Huaral con mi hermano. La ropa en la maletera. La llave rota.

Siempre te recordaré Hernán. No creo que tenga carro en algún futuro cercano porque el tráfico de Lima es demasiado para mi estrés. Pero sí espero que quien te adopte te sepa cuidar, aprenda que la bocina está al costado izquierdo y que el capot debe cerrarse presionando desde encima hacia abajo y no desde adelante hacia atrás. Que si pasas los 100 km/h vas a empezar a toser y que no te gusta escuchar bachata. Que te llega que dejen el techo abierto y que detestas el ambientador con olor a fresa. Espero que tu nuevo dueño te ponga muy bonito. Cuídate Hernán, buen viaje.

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