miércoles, 4 de noviembre de 2015

Actualización de estado: no tengo Facebook

Día 1. 
Clima: soleado molinense
Estado de ánimo: confundido
Dolor corporal: mínimo
Nivel de ansiedad: máximo
Alimento ingerido: KFC

No sé qué hacer con mi tiempo libre. Ayer decidí cerrar mi cuenta de Facebook. ¡Fuego! ¿Quién lo diría no? La persona más tecnológica y socialmediática del mundo, quien está pegada al celular 24/7, quien tiene linkeadas todas sus cuentas y que conoce al derecho y al revés la terminología de cada red social.... quién lo diría.

Es muy extraño esto de tener el celular en la mano y no presionar el botón azul. Ya revisé mi Instagram, mi Twitter, ya conversé un rato por WhatsApp... ¿Y ahora? ¿Cómo voy a enterarme de lo que está pasando en el mundo mundial? ¿Cómo voy a contarle a todos lo que a mí me está pasando? Entro a la cocina, doy vueltas. Abro la refri, no hay nada. Tomo un vaso de agua. Miro mi celular. Saco al perro, jugamos. 10.30am. Entro nuevamente a la cocina, pico un poco de ranfañote que hizo mi mamá, tomo agua, regreso al cuarto. 10.33am ¡¿Qué carajo voy a hacer durante mi día?!

Y es que en realidad, ser tan socialmediática me terminó por dar una cachetada. Una amiga hace unos días me dijo "¿No te acuerdas cómo era la vida antes de las redes sociales? Salíamos, nos veíamos, nos llamábamos. Ahora solo sabemos de nuestras vidas por lo que vemos en la red" Otra amiga muy sabia me dijo "No creas en todo lo que ves, tú sabes que la gente muestra las sonrisas, muestra los lugares, muestra los emoticones, pero tú no sabes cómo realmente viven su vida"

Es raro ¿No? querer mostrar solo lo bonito de las cosas; nuestros logros, compromisos, metas, nuevos proyectos, las fotos, los vídeos, los virales... pero en el segundo en que alguien muestra su lado real, su lado oscuro, su lado no tan bonito, el botón del UNFOLLOW se vuelve muy necesario. Yo no quiero leer las quejas de los demás, no quiero enterarme si te atendieron mal en un negocio, no quiero leer tu drama con Easy Taxy ni el bicho que encontraste en una pizza. Y he llegado a la conclusión de que no es porque la gente no quiera contagiarse de negatividad, sino, es por el simple hecho, de que no puedes rajar de las cosas negativas que pone la gente. ¡No puedes!

A lo mucho dirás "ay que intenso" "no tiene nada bueno que decir" pero en cambio si tú ves a una de tus "amigas" (en comillas recontra grandes) con un vestido donde ella se siente raaaagia ¿Tú qué vas a hacer? Tomas el pantallazo o bajas la foto y la prostituyes con todo el mundo hablando de lo mal que se ve, lo feo que le queda el vestido, lo gorda que está, la mala decisión que tomó con ese peinado. 

¿Por qué tenemos esta necesidad de ser vistos, de ser expuestos? Para luego quejarnos de que la gente se mete en nuestras vidas o se atribuye cosas que no son. ¡Pero es porque nosotros los dejamos pues! Si yo publico algo -y la misma palabra lo dice- estoy creando información de caracter público; ya no es mío, es de todos. Como cuando terminas una relación y todos te preguntan qué pasó (pero en el "durante" ni siquiera conocieron a tu enamorado) o cuando inicias una y todos se creen en el derecho de saber cómo es él, en qué lugar se enamoró de ti.

Vamos en el día 1. Ya terminé todo mi trabajo, creo que saldré a caminar. ¿Sobreviviré? Inicien sus apuestas a ver quién gana... ¿Cuántos días sin FB? Que comiencen los juegos. 

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