miércoles, 10 de julio de 2019

Llegó la hora de la confesión


A todos alguna vez nos han pedido ser padrino/madrina de alguien; ya sea un sobrino o el hijo de un amigo cercano. Hace 15 años mi hermana Gissella me pidió que sea la madrina de bautizo de su hijo Ryan y obviamente yo acepté más que feliz. Ellos viven en EE.UU y yo había viajado para acompañarla durante el embarazo, ver nacer a mi sobrino y quedarme dos meses hasta el momento del bautizo. Creo que el día en que nació fue uno de los más felices de mi vida, un momento que, ahora a mis 36 años, me doy cuenta que me cambió por completo y marcó un quiebre muy importante en mí.

Cuando aceptamos ser padrinos, ¿honestamente aceptamos toda la responsabilidad que esto conlleva? Es decir, muchas veces la gente bautiza a su hijo "porque es la costumbre, porque tiene que tener padrinos o incluso los bautizan ya grandotes porque se les pasó". Los padres no necesariamente son creyentes o practicantes, lo hacen porque se hace y luego hay una fiesta y hasta a veces el bautizo termina en unos cuantos joncas con todos los vecinos, ¿o no? #NoMientas. Luego el crío crece y, si no es un familiar directo, la conexión se pierde y se limita a enviar un regalo por el cumpleaños y con suerte por Navidad. Pero, ¿realmente eso es ser un padrino?

Hace unos meses mi hermana me escribió para pedirme que viaje para la confirmación de Ryan, esto es un sacramento en la religión católica en donde el ahijado confirma su fe en el catolicismo, donde mi hermano Christian sería su “Padrino de Confirmación”. Con la emoción del viaje y la celebración, hice todos mis trámites y en 1 semana ya estaba más que preparada para pasear, comprar y tragar rico.

Apenas me recogieron del aeropuerto nos fuimos de paseo a un resort en la playa bravazo. Mi prima que vive en Nueva Jersey también viajó con su mamá así que éramos EL MANCHÓN en un mini depa del hotel con vista al mar. Una chelita por aquí, un puchito por allá, risas y más risas. Justo coincidió con el feriado de Semana Santa entonces en la mañana del primer día salí con mi hermana a pasear por el malecón y a conversar de la vida...

¿Hermana, te llegaste a confesar antes de viajar? Ehhhh, no tenía idea de por qué la pregunta pero la respuesta era simple: NO. Mi última confesión fue hace pffff más de 20 años, creo que cuando fue mi confirmación. ¡Es más! Ni siquiera para el bautizo de Ryan nos dimos cuenta de ese punto. Bueno, la siguiente semana es la confirmación de Ryan  y siendo su madrina obvio tienes que comulgar y para eso tienes q estar confesada. Además, este domingo es Pascua de Resurección e iremos todos a misa en familia.

Yo soy creyente, sí, totalmente pero no muy practicante de mi religión. Estoy en desacuerdo con algunas prácticas de la iglesia, sí, también. No voy mucho a misa ni soy partícipe de sus eventos. Que creo en Dios, la Virgen y mi fe en general, pues sí. Pero cuando me dijo que tenía que confesarme... mmmm, no fue algo que me agradara.

Al día siguiente mi cuñado se levantó temprano y me dijo que me llevaría a la iglesia. Chino, ¿de verdad vamos a ir a la iglesia o iremos a Mc Donald's? Él me miró, se mató de risa y me dijo las dos cosas y primero me llevó a la iglesia, que justo estaba cerrada y no atendía confesiones por el día festivo. Yo pensé ¡uffff me salvé! Pero no.

El domingo de pascua fuimos todos a misa en una iglesia cercana al resort. La típica iglesia de pueblo que ves en las películas, donde todos son gringuitos y blanquitos, gente mayor y los turistas como nosotros; las niñas con vestido de flores y su chompita, los niños con camisa y pantalón, las madres en vestido arregladas y los padres impecables como cabeza de hogar. Todos se conocen, todos se saludan y el padre los recibe en la puerta. Hay un coro, todos saben las canciones y no queda espacio para nadie, la iglesia reventaba.

Cuando llegó la hora de la eucaristía, de manera ordenada se iban levantando uno por uno en filas, para no crear caos. Yo estaba bien sentada pues, ¡no podía comulgar porque no estaba confesada! Así que con mis ojotes latinos miraba atenta a los demás a ver quién más se quedaría sentado.

Ni una puta alma se quedó. Todos, literalmente todos, se levantaron a comulgar. Hasta ahí me sentía incómoda porque era algo bien notorio, o sea, todos de pie menos la gordita latina. Resultó que Pascua de Resurrección era un día sumamente importante y yo ahí sentadota. Mi hermana me miró y pasó de largo, mi hermano se mataba de risa, mi prima igual... Cuando pasó Ryan me miró con cara de indignación ¡¿Tía, no te confesaste?! -No, estaba cerrada la iglesia. Y moviendo la cabeza en sentido de negación siguió adelante. Creo que nunca me había sentido tan avergonzada, no por la gente, sino porque sentí que lo había decepcionado.

Cuando volvimos a la casa, lo primero que él hizo fue darme su libro de confesiones para que aprenda lo que tenía que hacer. Yo sentía demasiada presión porque tenía que hacer algo que yo no quería y no había alternativa: lo tenía que hacer. Una mañana mi hermana me recogió y me llevó a su iglesia (ahí sí había más gorditas latinas, ja). Llegamos y había una larga fila de "pecadores" esperando para entrar. Me senté y esperé.

En ese momento algo pasó; yo empecé a sentirme mal. Me dolía la cabeza, me sentía mareada y me dio taquicardia. En otras palabras me dio un ataque de ansiedad y no entendía por qué. Más pasaba el tiempo yo peor me ponía, los pecadores se iban y mi turno se acercaba, peor se me aceleraba el corazón. La puerta se abrió y era mi turno.

No tengo idea de cómo hacer esto, padre. Yo fui sincera, le dije que era porque se venía la confirmación de mi sobrino y yo tenía que estar ahí y comulgar, pero que yo sentía cierta desconexión con Dios por algunas cosas que me había pasado en el último año. Dije algunas cosas más y luego el padre me dijo algo muy importante; que si yo hacía esto por mi sobrino, entonces tenía que hacerlo todo de corazón y honestamente, porque para él era importante, era importante que yo participe de su confirmación, de los rezos en casa, de la comunión, de ir a misa. No era una cosa que me imponían, sino que esto era parte de su vida y yo, al ser su madrina, debía darle el ejemplo porque él sí es un miembro activo de la iglesia. 

Qué fuertes palabrastú eres su ejemplo. Él te admira y tú tienes que guiarlo. ¿Ese no es, al final, el rol de un padrino/madrina? ¡El verdadero rol! Entonces me di cuenta el papel tan importante que yo jugaba en su vida, en su desarrollo católico. De repente en mi vida diaria no soy practicante pero en ese momento, había alguien que necesitaba que yo lo sea, y por él, todo.

Entonces, mi confesión debía ser auténtica y honesta. Pobre padre, se le deben haber quemado los oídos de escuchar mi gran lista de pecadillos... ¡hasta lloré! Y creo que también me sirvió para botar esas cosas que a nadie le cuentas y las tienes ahí jodiéndote la vida. Cuando salí tuve que rezar lo que me indicó el padre y luego nos fuimos. Mi hermana me preguntó qué tal y yo solo dije tienes que alimentarme porque estoy débil, me acaban de sacar al diablo. Y las dos nos cagamos de risa y solo me dijo recuerda que quien te confiesa es Dios y él te perdona todo.

En la confirmación ahí estuvimos todos como familia, en la misa, comulgando juntos en gracia, ¡inclusive YO!  Y luego celebrando en un almuerzo bonito. Mi Ryan me regaló varias cositas y entre ellas estaba un llavero de San Benedicto, el santo a quien él admira y lo llevo conmigo siempre. 

¿A qué voy con todo esto? A que realmente aceptemos todas las responsabilidades que conlleva ser el padrino de alguien, y no solo eso, sino el rol que tenemos los tíos en las vidas de los chicos. No estamos para malcriar, ¡al contrario! Estamos para dar soporte a los padres, para estar ahí con ellos en todos sus momentos, no solo en la diversión porque claro, nosotros no vivimos con ellos, no somos "los padres" pero también podemos educar, también podemos corregir y podemos guiar. 

Tal vez no me he vuelto Santa Fátima, pero creo que sí crecí interiormente en este viaje. Más allá de la diversión y de comer en todos los restaurantes de Virginia, me quedo con esto: tratar de hacer mejor las cosas. Así seguiré siendo su modelo, y él también, con sus actos, ha pasado a ser mi gran inspiración de fe y eso, no lo cambio por nada. 

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