viernes, 14 de febrero de 2014

¡Alerta! La hermanita menor quiere jugar.

Ser la última de seis hijos no es fácil, sobre todo cuando tus hermanos te llevan muchos años de diferencia. Mis pobres hermanos mellizos, que me llevan sólo ocho años, fueron los que más sufrieron con mis juegos de Barbies y la cocinita. Cuando yo tenía 5 años, los mayores tenían 21, 20 y 18 entonces por obvias razones no querían jugar conmigo. Pero los mellizos tenían 13, lo que significaba, que por "dedocracia", les tocaba jugar conmigo.

Yo era insoportable. Bueno, creo que a veces todavía lo soy ¿No? Entraba corriendo al cuarto de ellos y me tiraba en la cama con mi overall de jean, mis zapatillas de Punky Brewster y mis colas horrendas... ¿Qué hacen? era la típica pregunta odiosa que les hacía y ellos, volteando los ojos, decían "Queti". Entonces, el drama de la hermana menor choteada llegaba y en la casa se escuchaba su dolor a viva voz... ¡Mamá! y las lágrimas corrían por mis cachetes gigantes mientras preparaba el paso para aterrizar en los brazos de mi madre comprensiva que les gritaría por molestarme. Pero como son mellizos, se organizaban para detener mi escape; uno en la puerta y otro atrás jalándome del overall. No digas nada negra odiosa. Y como arte de magia, mis lágrimas se convertían en una risa malévola, manipuladora, chinchosa a la potencia máxima. Y siempre terminaban contándome realmente lo que estaban haciendo.

Sin embargo, todo en esta vida tiene un precio y siempre terminamos pagando caro. Era tan espesa que ellos tuvieron que idear un plan para librarse de mí. Cada vez que yo les preguntaba si podía jugar con ellos me decían Ya, pero nosotros jugamos a las peleas. Yo molesta les decía que no, que teníamos que jugar con mis Barbies o ir al parque a montar bicicleta y ellos, atrincherados en el sillón, repetían una y otra vez... Nosotros jugamos a las peleas. Mis llantos ya no funcionaban, mi mamá estaba harta y me decía que no moleste, mi papá les gritaba y luego se cagaban de risa los tres de mí. Era un complot.

Un día me armé de valor y decidí jugar a las peleas con ellos. ¿Qué era lo peor que podría pasar? Los ojos de Martín brillaron cuando les dije que sí quería jugar. Mi hermano Pepe se sobaba las manos y contenía la risa. Los dos se pararon y literalmente... me sacaron la mierda.

¡Mamá! Se escuchó nuevamente por toda la casa. ¿Qué dijo mi madre? Para qué te pones a jugar a las peleas pues. No era justo, yo quería jugar con mis hermanos y ellos me abollaban de la peor manera. Ustedes me conocen, ¿Creen que yo iba a dejar eso pasar? ¡Jamás! Entonces al día siguiente volvía, valiente, decidida, odiosa. Y un día me dijeron que ya no jugarían nunca más conmigo porque yo siempre lloraba y los acusaba con mi mamá; complot N° 2. Yo les juré que no diría nada y que sería valiente como ellos -claro pues, qué les iban a doler mis golpecitos ridículos- y la única condición que pusieron para que me dejaran jugar era no llorar y yo acepté.

En silencio, apretando mis ojitos llorosos, aguantando el dolor y las náuseas, yo aguantaba las dobladas de brazo, los puñetes, jaladas de colitas, apretadas de estómago y puestas de cabeza. Cuando veían que ya no daba más me dejaban darles unos cuantos manotazos y después volvían al ataque. Una vez terminado el juego, donde obviamente yo perdía, me iba a mi cuarto a sobarme callada mientras los inmundos se reían en la sala.

Esta crónica no es para hablar de maltrato infantil, de bullying o de abuso, es para recordar esas historias que te marcan la vida y que ahora, cuando nos sentamos en la mesa familiar todos viejos y gordos, morimos de la risa recordando mis colas horrendas y las sacadas de mierda que me daban. Mi mamá dice que no se acuerda de eso, mi papá se ríe calladito y luego dice Era más odiosa la morena

Todavía cuando me ven en la cama se tiran encima mío, me tiran un puñete en el hombro (sin respetar que tengo uno malo) o me jalan el cabello para "comprobar si tengo extensiones o no". Yo siempre seré su hermanita menor la odiosa, y ellos serán siempre mis hermanos mayores a quienes idolatro. Y siempre, pase lo que pase, siempre querré jugar a las peleas con ellos. Feliz cumpleaños hermanos mellizos. Más tarde los llamaré para preguntarles ¿Qué hacen?


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