"Es muy engreída". "Es floja". "Es malcriada". "Es que le han dado todo". "Es que es malagradecida". "Es sucia, ella es así..." Y el peor de todos, "no sé a quién habrá salido, porque no somos así".
La moda de los últimos años han sido las afirmaciones; enseñarle a los niños desde muy pequeños a decir lo valiente que son, lo inteligentes que son, lo hermosos y valiosos que son. ¡Genial! Pero eso no hubo en 1983, cuando yo nací.
Al parecer mi comportamiento tenía una explicación claaaaaara... era cuestión de elegir cualquiera de las opciones antes nombradas y, lo peor, es que me lo creí. Y crecí así, pensando que eso era y que no había más. Eso era; engreída, floja, malcriada, malagradecida, sucia...
Una mañana... antes de llegar a mis 40 años, abrí los ojos y pensé ¿de qué sirve? Ya había pasado por varios psicólogos, estaba en terapia, sentía que me iba mejor o al menos que trataba de que fuese así. Pero no me daba el cuerpo, no me daba el alma. El 2022 me golpeó duro, más de lo que una persona puede tolerar al mismo tiempo, golpe tras golpe. Yo trataba realmente de levantarme pero mi cuerpo no daba, ya estaba cansado. Ese día tenía terapia en la noche.
"Ya no sé qué más puedo hacer. Me esfuerzo, trato de hacer ejercicio, de comer sano, voy a todas mis sesiones de terapia, trato de hacer cosas diferentes... ¿por qué no funciona? a veces no me puedo levantar de la cama, a veces no puedo ni sacar al perro a pasear. No puedo recoger mi plato, mi vaso, no puedo lavarlos... los veo acumularse y me siento peor. Me siento sucia, floja, engreída..."
Ese día, junto a mi psicóloga, decidimos que debía ver un psiquiatra porque realmente, REALMENTE YO HACÍA TODO!!!! y nada funcionaba. Me faltaba un empujón, algo que me de claridad y calma porque todo era tan abrumador. Llegué al punto de no soportar el ruido, la gente, no quería salir, me daban ataques de ansiedad en el taxi cuando iba a algún lugar que no sea lo conocido (mi oficina, mi casa, casa mis papás o mi enamorado), lloraba en el trabajo, a las 9 a.m., a las 3 p.m., a las 10 p.m. puta madre no había hora, cuando llegaba simplemente llegaba y yo ya no quería más. Fui al psiquiatra.
Un doctor viejito me recibió, Claver Flores, y elegí mi cita con él porque Claver suena a "clever" (inteligente) y lo que necesitaba era un doctor clever JAJAJAJAJA. Tenía mucho miedo, tantas cosas que se escuchan sobre las medicinas antidepresivas, sobre todo la dependencia y los efectos secundarios. El viejito clever me hizo unas preguntas, con mucha paciencia y lentitud, apuntando todo en sus hojitas y luego escribiendo poco a poco en su computadora. Cuando terminé de hablar y él de escribir, solo me miró y dijo "trastorno crónico de ansiedad y depresión leve, vamos a solucionarlo juntos". Y al verme sonreír me dijo "seguro usted ya está cansada que le digan 'ponle ganas' 'no haces el esfuerzo, no te comprometes' 'tú puedes, eres fuerte' 'tienes que relajarte' y no pues, señorita Yataco, usted es fuerte pero no puede y eso está bien. Aquí lo vamos a superar juntos".
Claver Flores ha sido uno de los ángeles que Dios puso en mi vida. En 30 minutos sentí que alguien entendía plenamente qué me pasaba y tenía la solución: escitalopram. Así comenzó mi viaje con los antidepresivos y decidí registrarlo todo. No sabía cuánto tiempo iba a tomar la medicina, no sabía qué iba a sentir, si iba a funcionar o no, era arriesgar y probar. Prueba y error o prueba y éxito. No saber también causa ansiedad csm.
Empecé a grabar mi día a día en Tik Tok, cada síntoma cada cosa que sentía, los dolores de cabeza ASQUEROSOS que tenía, las náuseas, el sueño... el primer mes fue duro en cuestión de entender qué me pasaba... ¿y saben qué me pasaba? Me sentía NORMAL y no sabía qué era vivir así... normal, como la gente común y corriente. La pastilla le había bajado el volumen a todo pensamiento negativo, todo estaba bloqueado yo caminaba sintiendo nada malo, nada negativo. ¡Era raro!
Los meses pasaban, me iba sintiendo mejor, mis amigos siempre conmigo, mi familia apoyándome desde su entendimiento y mejor esfuerzo, en mi trabajo el apoyo fue al 100... al poco tiempo me separé definitivamente de la peor pareja que he tenido y dije ya no más, ya no más Fátima por favor. Mi cabeza ahora estaba pensando, funcionaba, sentía la tristeza la pena la rabia de una separación asquerosa, pero sabía en el fondo que iba a estar bien y que era la mejor decisión... volví a hacer ejercicio, volví a limpiar mi casa, volví a cocinar. Empecé a salir, a hacer cosas nuevas, todavía con ansiedad ante lo desconocido pero algo, algo en mi cabeza ya no retenía, algo me decía que sí podía.
Ese algo, era mi yo sana, mi Fátima sana que tenía ganas de sentir sano, de vivir sano, de disfrutar plenamente. Me comprometí con mi tratamiento, nunca falté a mis terapias psicológicas, nunca dejé de tomar la medicina por más que tuviese días donde el sueño me mataba o donde me sentía como zombie del efecto secundario. Viejito clever me cambió la med para la noche y eso arregló bastante.
Pasaron los meses, la dosis empezó a bajar. Ya no era 1 pastilla, ahora era media. Luego fue un día sí un día no y de pronto a veces me olvidaba hasta de tomarla de lo bien que me sentía. Empecé a conocer personas maravillosas que habían visto mis videos en Tik Tok y me escribían, conversábamos intercambiábamos experiencias, consejos. Me empecé a dar cuenta quiénes realmente eran mis amigos, con quién podía contar de verdad, personas que nunca esperé conecten conmigo, ahí estaban. La depresión me puede haber dado muchas cosas malas pero me ayudó a entender quién realmente era y porqué no era lo que me habían metido en la cabeza. Todo tenía una explicación, yo tenía un desbalance químico y eso no me dejaba pensar con claridad.
Hasta que llegó el día de mi consulta con Claver clever, después de 2 meses con la dosis mínima. Estaba nerviosa, ya era un año en tratamiento y no sabía si tenía que seguir tomando la medicina, si ya estaba bien... Sentía que me iban a quitar las rueditas de mi bicicleta, ¿estaba lista para enfrentarme al mundo sola, sin medicina?
Otra vez las preguntas, conversar un poco, el tipeo lento en la computadora y escribir en las hojitas con paciencia... Entonces, mi viejito clever, me dio de alta. Fueron exactamente 365 días de tratamiento y ya estaba bien. Ese día salí de la clínica "manejando sola mi bicicleta". Lloré en la puerta de felicidad. Hablé con mi mejor amiga, con mi papá, hice mi Tik Tok ajajajajaja mis historias de Instagram. Lo grité al mundo. Había triunfado.
Ahora, cuando me miro al espejo, veo mis ojos distintos... No sé cómo explicarlo. Antes veía a una chica siempre sonriente pero con ojos tristes, luego con "ojos medicados"... pero ahora, mis ojos brillan y ese sentimiento inexplicable es grandioso, porque me veo y sé que estoy bien y que voy a estar bien. He aprendido a, primero, entender mis emociones. Si siento pena pues por qué la siento, qué lo ha causado, ¿puedo hacer algo para mejorarlo? ¿está en mis manos? He aprendido a respirar de verdad, a darme tiempo, a no lanzarme si no estoy lista, a poner mis límites, a decir esto no me gusta y no hacerlo. Aprendí que no estoy sola si estoy conmigo y estar conmigo es lindo. Y pude haberlo dicho antes en el pasado, pero ahora lo sé, ahora me lo creo. Así que ya no ando detrás de nadie mendigando amor.
¿Valiente? Sí, muchísimo. Ya voy 1 mes sin medicina, sin recaídas, sin ataques de ansiedad, sintiendo tristeza por las cosas que dan tristeza pero sin hundirme, sino entendiéndola y dándome mucho amor y compasión. Hoy siento que sí sonrío de verdad. Sí se puede, amigos. Sí se puede.