domingo, 10 de diciembre de 2017

Para verla cruzar el puente

Todos saben que soy llorona, es algo natural en mi existencia, es algo que, podemos decir, me define. Lloro en los conciertos, lloro en las celebraciones, lloro viendo videos de UPSOCL, lloro viendo películas... ¡Lloré viendo Matrix! Es obvio que tengo problemas... pero el viernes, honestamente, lloré del recuerdo.

Me animé a ir al cine con mi amiga Sara y como nunca decidimos ir a una función de la tarde. La película elegida: Coco. Ya sabíamos que es una película emotiva y que habla de la familia, la tradición y del amor de un niño por la música. Y yo me preguntaba, ¿qué tanto tiene que ver esta señora viejita llamada Coco en la película, si en ningún trailer se le toma como "lo principal"?

Tranquilos, no voy a spoilearlos si es que no la han visto. Tampoco quiero escribir para contarles la película, sino, qué chiste tiene. Quiero dedicarle esta crónica a la Coco de mi familia; mi abuela Lala.

He tenido la bendición de crecer junto a ella y definitivamente mi infancia -y la de mis hermanos- está marcada por la presencia de María Eulalia Santillán, una mujer piurana que se rebeló ante la sociedad y sus creencias, juntó sus chivas, sus moneditas, agarró a su hija, dejó a su esposo y se vino a Lima. ¡Estamos hablando de hace 70 años! Y que se levantó sola a criar una familia. Luego vino mi abuelo y juntos formaron los más bonitos recuerdos que puedo tener.

Cuando ya se puso muy malita, nos esperaba sentada en su sillón con una mantita. Yo metía la cabeza por la reja de su casa y ella me veía por la ventana y sonreía feliz porque habíamos llegado. La abrazaba, le preguntaba cómo estaba y nunca me decía que estaba mal, siempre tuvo el ánimo arriba y siempre pensó en cómo hacernos sentir bien en su casa.

El último día de la madre que pasamos juntas le regalé un cuadro con una foto nuestra. Sus ojos se llenaron de lágrimas y lo abrazó fuerte. Me miró, me tomó la mano y suspiró. Luego puso el cuadro en la cómoda, junto a todas las fotos que guardaba con tanto cariño y nos abrazamos. No había necesidad de decir algo.

Coco me hizo acordar la importancia de mantener los recuerdos de los que ya no están con nosotros. No conocía la verdadera historia del Día de los Muertos ni qué significaba colocar una foto en este tipo de altar con ofrendas. No sabía que por una noche, los muertos pueden cruzar un puente hacia nuestro mundo para acompañar a sus seres queridos. Honestamente, no sabía que podía extrañar tanto a mi abuela.

Estas son unas cortas líneas, solo para decirle, que la pienso, que la extraño y que siempre la recordaré así, como en esta foto... una foto que nunca sacaré, que nunca botaré, ni guardaré... una foto llena de esperanza, para verla cruzar el puente y sentirla siempre junto a mí. Recuérdame, Lala. Donde sea que estés.


Y si quieres llorar conmigo, escucha esta canción de la película: Recuérdame.

1 comentario:

  1. Cómo es que no leí esto antes? O se me olvidó completamente.Nuestra Lala es todo una Coco y vive en el borde del puente y lo cruza a cada rato :) ella se manifiesta en todo momento, es realmente cierto que el amor es quien nos mantendrá vivos eternamente... amemos como Coco.

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